Si hay una
fiesta que caracteriza y por la que se identifica La Parra, es la “FIESTA DEL TMO.
CRISTO DE LAS MISERICORDIAS”.
Su celebración tradicional y fija se centra en los días 13,
14 y 15 de septiembre.
Todos los parreños, se encuentren donde se encuentren, hacen
lo imposible, para pasar esos días en torno a esa imagen tan venerada, que nos
une a los miles de fieles devotos que cada año llenan esta población.. Cada día
más.
Estas fiestas han sabido conservar el sabor de lo tradicional
y adaptarse a los nuevos tiempos en aquellas facetas que la evolución va marcando.
Septiembre, mes de esperanza, porque todos deseamos que corra
el tiempo y se detenga en esos días mágicos, que el Cristo de las Misericordias
nos regala cada año.
Septiembre, mes de alegría, porque la mirada de todos se
centra en esa imagen tan querida, que
nos la devuelve llena de gozo esperanza y vida.
Septiembre mes de paz, porque no hay mayor consuelo y
descanso del ajetreo y agobio de la
dureza de la vida, que mirar, una y mil veces esa bella estampa que todos
tenemos grabada en nuestro interior, y que nos espera paciente y con los brazos
abiertos, para decirnos un año más:”ten fe, sé valiente, Yo soy el camino, la
verdad y la vida que este mundo no te puede dar.
Septiembre, mes de
encuentros, abrazos, recuerdos y sonrisas en cualquier rincón de La Parra. Todos estamos felices porque
alguien, nuestro Cristo de las misericordias, nos vuelve a reunir y a decirnos: “vivid con
alegría porque me amáis y os amáis”.
13 de septiembre, suenan las campanas, los cohetes llenan el
aire de olor a pólvora. La gente sube hacia la plaza, es la víspera del Cristo.
Por las calles se ven gente que llevan en sus manos algún regalo, para el ramo
(subasta) o alguna flor para depositarla a los pies de la imagen.
Comienza el ramo, la plaza es una algarabía, se oye
repetidamente la voz del subastador: “ en veinte euros, en veinticinco euros, en treinta euros a la una,
a las dos y a las tres.
Medianoche, niños, jóvenes y mayores, vuelan para coger los
primeros sitios en la zona de la Fuente. Los “fuegos artificiales” proclaman a los cuatro vientos que son las
fiestas del Stmo. Cristo de las Misericordias de La Parra. La mirada de todos está clavada en el cielo
viendo las multicolores luces que llenan el techo de La Parra. Explosión final
de la última traca. Ahora las miradas bajan y se centran en esa figura oculta
que la pólvora va a desenrollar y hará estallar el tumultuoso aplauso de todos.
14 de septiembre, El Día Grande de La Parra. Los músicos con
sus notas nos despiertan y avivan del cansancio de la primera noche. En todas
las casas, las mejores ropas cuelgan planchadas e impecables para lucirlas ante
el mayor de todos, nuestro Cristo de las
Misericordias. Es la hora de la
gran celebración, la Misa del Cristo,
las calles se llenan de la luz y el color de las mejores galas de los
parreños y de la gente de infinidad de
lugares, corren para coger un sitio en esa inmensa crucería gótica, orgullo de nuestro pueblo,
donde el Cristo nos espera a todos para
darse a nosotros e impartir su bendición.
La Iglesia está llena, se hace un silencio y todos los
corazones vibran porque es verdad: Cristo se ha hecho presente. Nos abraza y
nos dice: “Ves como, aunque la vida es dura, hoy estamos felices, porque nos une lo más importante, el amor.
Termina la Eucaristía, muchas personas se quedan en la
Iglesia para preparar el paso para la Magna Procesión que por la tarde, pondrá
el broche de oro de este gran día.
Empieza la caída de la tarde y unos disparos de cohetes nos
avisan , que es la hora. Legamos a la plaza y nos cuesta encontrar un lugar. La espera corta, se hace larga. Por
fin por el fondo de la plaza aparece la imagen del Cristo, un silencio sepulcral se produce de
inmediato. Todas las miradas se centran en Él. Cesa el himno en su honor y el
aplauso más fuerte que mano alguna pueda dar irrumpe en el silencio de la
plaza.
Muy lentamente el Cristo baja las escalera, avanza, aún más
despacio, entre la multitud apretujada que desea estar lo más cerca posible de
él
Otro año, otra bendición
del Cristo. Muchos ojos con lágrimas. Esperanzas que reviven. Y por fin
arropado por el aplauso y el calor de los corazones la entrada triunfal en su casa.
Alguna persona, que por primera vez asiste a la procesión, se
pregunta, ¿de dónde ha salido tanta gente?, ¿cómo es posible que se congreguen
tanta gente aquí y ahora?. Sólo hay una respuesta, es el Cristo.
Al final todos pasamos ante su imagen, la besamos, le damos
las gracias por tantos bienes y le pedimos alguna que otra cosa para los
nuestros.
15 de septiembre, último día de fiesta. Todos nos hemos
cargado nuestras pilas para seguir recordándolo a lo largo del año y volver a
encontrarnos en un nuevo septiembre.
Ya en el ramo, no quedan muchas cosas, son las últimas
subastas. Cuando la noche avanza, poco a poco la plaza se ha quedando vacía,
aún queda la traca final que cerrará unos días inolvidables para todos.